¿Impresionas o emocionas?

¿Impresionas o emocionas?

Cuando una persona se dedica a bailar, y desarrolla esa faceta artística, con el paso del tiempo y de los años va descubriendo su propia personalidad como danzante. El ser que hay en su interior desde que comenzó a caminar se va mostrando, poco a poco, en todas sus facetas, con todos sus matices y su esencia.

Uno puede y debe interpretar muchos personajes en el escenario.

Puedes contar historias distintas mientras danzas, mientras bailas, pero siempre habrá algo que es propio de tu ser, y que no se puede ocultar, por mucho que busques enmascararlo.

Cuando se le dice a una bailarina (o bailarín, a partir de ahora cuando me refiera a bailarina lo haré de manera genérica a ambos sexos) que tiene que buscar su personalidad, en realidad se le está diciendo que tiene que descubrirse a sí misma, tiene que escucharse, observarse, para ver su esencia, y a partir de ahí potenciarla, animarla a salir sin vetos, dejar caer el velo que la cubre.

Deja caer el velo que te cubre

Ahora bien, independientemente de la personalidad al bailar, que puede estar definida por una característica especial o distintiva de esa bailarina, o por varias en conjunto, he descubierto que:

basándome en mi observación e intensa y larga experiencia,  hay dos grandes grupos de danzantes: 

los que impresionan y los que emocionan.

               La bailarina que tiene como objetivo, 100% marcado, el impresionar, pondrá todo su enfoque, toda su energía y sus conocimientos, mientras trabaja y crea danza, en conseguir impresionar a su público.
                La bailarina que tiene como objetivo, 100% marcado, emocionar, pondrá todos sus conocimientos en crear una danza que consiga remover la emoción de su público, a través de contar o comunicar algo.

Por supuesto, esto es una definición a grandes rasgos. Además no siempre una bailarina que busca impresionar conseguirá dicho objetivo. Lo mismo puede ocurrir en el caso de la bailarina que busca emocionar. Esto es normal, los seres humanos somos seres complejos, y nuestra comunicación con los demás (y la danza es un modo muy especial de comunicación) depende de muchísimos factores, la mayoría de los cuales son circunstanciales,  y estos factores pueden errarnos en la consecución de nuestro objetivo a  pesar de haber puesto todo nuestro empeño. Además, no debemos olvidar que la reacción del público ante nuestro trabajo es un feedback que dependerá a su vez de las características del propio público que nos observa, no sólo y exclusivamente de lo que mostremos en el escenario.

En líneas generales podemos decir que la bailarina que busca impresionar mostrará una danza de movimientos espectaculares o incluso “extraños”, efectistas, llamativos. Será una danza que buscará dejar huella en el espectador, pero una huella superficial. Es increíble cómo la etimología de las palabras nos lleva a un conocimiento mucho más profundo de la realidad: impresionar viene de imprimir, y esta palabra a su vez significa ‘hacer presión, marcar una huella’.

dejamos huella al tomar acción

Cuando caminamos por una playa vamos dejando huella a nuestro paso en la arena. Esa huella, momentáneamente ha creado una impresión sobre la arena, sobre el paisaje, pero esta huella es superficial, puesto que en cuestión de segundos el oleaje bañará la orilla y limpiará, en un abrir y cerrar de ojos, la superficie, eliminando el rastro que habíamos dejado. Constantemente la naturaleza nos dice que nuestra huella, nuestra impresión, puede ser más o menos duradera, puede ser más o menos grande, pero finalmente el tiempo y la acción natural del entorno terminará por borrarla para siempre.

De hecho, la palabra Impronta, que tiene el mismo origen que imprimir (y por ende de impresión), significa “tomar en préstamo”.  Cuando dejamos una huella por impresión hemos tomado prestado algo de alguien, algo del paisaje, algo que no nos pertenece y que por tanto es volátil.

Ilumina tu interior para dar luz a tu exterior

En el caso de la bailarina que busca emocionar, podemos afirmar que su danza removerá el interior de cada espectador, le hará descubrirse a sí mismo, tocará un “botón o resorte” que abrirá una puerta hacia un mundo que permitirá hacer crecer a quien disfrute de esa danza, porque hará aflorar su mundo interior. Precisamente emoción viene del árabe emir: ‘jefe, comandante, el que manda’. La emoción es lo que mueve, el motor de la vida. Por eso la danza es tan maravillosa cuando emociona, porque la danza es movimiento en sí misma, y la emoción es nuestra alma en movimiento, necesario para hallar la calma, para hallar la paz, para limpiarse. Es muy diferente a impresionar, porque con la impresión queremos dejar huella, con la emoción queremos limpiar huellas, heridas, marcas…

Impresionar en la danza no es un concepto para nada negativo, ni mucho menos, es un recurso que bien llevado puede entretener, divertir y maravillar. Es un recurso genial para hacer espectáculo. Eso sí, ha de ser usado inteligentemente y no abusar de él, pues si se usa fuera de contexto y en exceso, perderá totalmente su utilidad.

Sin embargo, y esto es mi percepción personal, eso sí, fruto de toda una vida encima de los escenarios y también como espectadora; emocionar en la danza es la herramienta necesaria e imprescindible que distingue el mero entretenimiento del arte. El arte, si se limita a la superficialidad de la estética, deja de ser arte, o lo es de un modo endeble, cojo. El arte debe contar algo, debe transmitir emoción.

Por eso, cuando una bailarina enfoca su trabajo en emocionar a través del movimiento, creará una danza artística que la llevará a ella misma a emocionarse, y ser capaz de contagiar dicha emoción a su público, y aquí habrá crecimiento para ambos.

¿y si además de emocionar también impresionas? 

Es posible…pero personalmente he observado en mí y en otras profesionales y compañeras de danza que no puedes enfocarte en ambas cosas a la vez, sólo en una.

Puede ser que como consecuencia de buscar una emoción y contarla surja puntualmente un efecto de impresión…pero será momentáneo,  y no determinante…pasará desapercibido en el conjunto de tu danza, será como la huella inocente, inevitable y fugaz de unos pasos en la arena. Y en cuanto al camino inverso… todavía no he encontrado al danzante que buscando impresionar consiga emocionar de verdad. Puede ser que simplemente yo no haya tenido la oportunidad de descubrir que eso es posible.

Y tú, querida compañera de danza, ¿impresionas o emocionas?
Y tú, querida espectadora, apasionada de la danza, cuando vas a ver danza qué prefieres recibir a cambio ¿impresión o emoción?
Te animo a que compartas tu opinión constructiva en la sección de comentarios.

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